HAY FECHAS...
que pasamos en un vuelo sin retorno
por la vida.
Y esas hojas que corremos del cuaderno,
son las hojas del otoño, tan doradas,
que sacuden una a una, primaveras marchitadas.
Yo recuerdo muchas fechas señaladas
y recuerdo aquel entonces, en presente.
Yo sé bien que ese pasado ya no vuelve,
ni regresan los suspiros de las almas,
ni tampoco tantos sueños y utopías de esos días
donde todo sonreía y se alzaban los cometas
juveniles en la plaza imaginada,
con gran carga de ilusión y de sonrisas.
Yo recuerdo la figura que menciono y la veo
rodeada de una música sin nombre
que dejaban las resacas en la playa,
y la veo caminando por los bosques
con el pecho dolorido por amores a princesas
que salían de su mente.
Aún recuerdo aquel amor de primavera
que cambió la concepción de su destino
y recuerdo la tristeza tan profunda
cuando vino el vendaval con grande furia
y la galerna derrumbó todos los naipes
del castillo construido en su almanaque.
Sin embargo, y a pesar de la nostalgia
del pasado,
yo recuerdo de ese tiempo
la delicia de los besos juveniles primerizos,
compartidos una noche de verano
y recuerdo el palpitar ilusionado de mi pecho
y las estrellas,
en un loco galopar hacia los sueños
por el beso conseguido.
Y recuerdo aquellos ojos que miraban
a los míos, y me hablaban sin palabras,
como faros de un edén siempre presente
en mi retina,
y constantes en el alma.
Yo no sé las sensaciones tan diversas
que crearon mis sentidos, y que ahora,
incurriría en gran torpeza si tratara
de escribirlas.
Pero sé que las estrellas sonreían
y me hablarían las paredes y los muros
de la iglesia contestando a los problemas
que dejaba, tras mi paso, en sus esquinas.
Viejos muros y paredes de un pasado,
ya remoto y muy lejano, con la yedra
inconfundible que escalaba sus fachadas
intentando mantener aquella historia,
en el presente, ante mis ojos.
Hoy me digo y me pregunto: ¿dónde están
esos apoyos en mi vida y esos brazos
invisibles que sujeten un pasado que se escapa
y que se marcha de mi lado, con la vida,
en un suspiro?
...Me pregunto todo esto mientras miro
al dulce mar que está cercano,
con el suave ronroneo de sus olas,
y es, entonces, cuando siento la punzada
del presente que me grita y que me avisa
de que olvide la nostalgia,
porque son las golondrinas, que ahora pasan,
las que habitan en el alma,
en un cielo renovado de profunda primavera.
Y es ahí, en este mar, donde vislumbro
la respuesta tan sencilla que he buscado
desde tiempos, embarcado en mil preguntas
sin respuestas y en las dudas vacilantes
que embargaban mis sentidos...
Y es el mar, mi dulce mar, con su grandeza
y sus miserias, quien me deja su color
verde-celeste, inconfundible,
y un abrazo en esta fecha
que me dice que prosiga mi camino
y que siga en esta ruta sin fronteras,
porque el tiempo no se para ni detiene
y la vida que se vive no retorna,
ni se vuelve hacia la playa
en las resacas.
Rafael Sánchez Ortega ©
La Palma, 16/09/13
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