ES QUE ERA TAN SENCILLO AMAR...



Es que era tan sencillo amar,
que no lo vimos hasta que fue muy tarde,
hasta que el sol se ocultó
y acabó el día,
hasta que la noche nos abrazó
y nos sumergió en sus negruras,
hasta que los labios sedientos
se quedaron resecos
y hasta que el alma se dio cuenta
de que vivía en un desierto
con un rótulo que ponía: 
"amor".

Y es que entonces,
cuando habíamos dejado atrás
esos momentos,
cuando nosotros marchábamos
en direcciones diferentes,
pudimos ver aquello, que de cerca,
no pudimos llevar a las pupilas,
y así los ojos lloraron ante la lluvia
que caía,
ante el sol que daba vida y color
a las personas, a las plantas,
a los campos, a los mares, 
a ese inacabable etcétera de cosas
que merecen verse y contemplarse
porque las mismas hacen tilín en el alma
y hasta son capaces de arrancarnos un suspiro
y de hacernos llorar de emoción.

¡Y qué decir del amor por los niños,
por los mayores, por los que nos rodean,
por la familia, por los amigos...!

Es cierto que una vez fuimos niños
y buscamos el amor inútilmente,
porque el amor iba con nosotros
y no lo sabíamos.

Es cierto que lo perseguimos de jóvenes
en el sentimiento a la persona amada,
y también a la vida,
a la que nos íbamos acercando y descubriendo, 
y quizás creímos tenerlo
y poseerlo, en algún momento,
pero puede que fuera la ilusión y la utopía,
lo que cegó nuestros ojos
hasta que un día nos encontramos solos,
navegando en un barco a la deriva, por la vida,
sin fijarnos en que unas gaviotas nos seguían
y que la luna lloraba en el cielo
y las estrellas se estremecían,
y las olas se mostraban impacientes
y las resacas aumentaban su sonido
de protesta en bajamar...

Y es que era tan sencillo amar
que tuvo que llegar el otoño
y, casi, cuando estábamos ya en el invierno,
nuestros labios murmuraron esa palabra: "amor", 
y todo lo que nos rodeaba cobró vida,
pero una vida que se escapaba, 
que se marchaba de entre los dedos,
que estaba ahí, precisamente,
en la cara que devolvía la imagen
en el espejo,
y en las otras caras de esas imágenes
guardadas celosamente
con la etiqueta de recuerdos
y nostalgias...

¡Amar, amor...!, Qué fácil hubiera sido todo,
si ayer, como hoy,
nos hubiéramos dado cuenta de tu existencia,
de que estabas a nuestro lado
en lo que teníamos,
en lo que nos rodeaba,
en las personas que amábamos,
en las que odiábamos,
en el cielo y en la tierra
y hasta en los benditos sueños,
de aquel entonces,
que llamábamos inocencia.

Rafael Sánchez Ortega ©
27/07/18

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