SABÍAMOS...



Sabíamos que era un paréntesis, 
una estación olvidada... 
¡Teníamos que aprovechar el tiempo!

Nos besamos, 
nos acariciamos, 
nos amamos… 
El tiempo era nuestro. 
Lo detuvimos, por un instante.

Nuestros cuerpos se fundieron con el calor, 
la rabia y la pasión contenida, 
formando un instante mágico
para vivir intensamente aquel momento 
en que nos reencarnamos a la vida.

Pero la estación estaba cerca, 
los trenes nos esperaban. 
Los relojes habían comenzado su cuenta atrás 
inexorable.

Despertamos en vagones diferentes
con un vacío entre los brazos,
aunque algo quedaba en los labios 
y era el sabor agridulce del deseo 
y del amor.

Rafael Sánchez Ortega ©
24/08/18

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