4.956 - LA VIDA...



La vida nos enseña que no se puede jugar 

con los sentimientos de las personas 

ya que los corazones sufren y salen heridos 

con unas cicatrices que son difíciles de curar.


Al parecer, siempre quedan recuerdos y nostalgias

que causan heridas

y éstas supuran y dejan huellas, 

remordimientos en lo que debía hacerse 

y no se hizo, 

en lo que se debía pensar y no se pensó, 

y en lo que se debía sentir y no se sintió

por tener el alma confundida.

 

Pero así es la vida y ésta continúa. 

No se detiene ni se para. 

El tren prosigue su camino 

y las estaciones pasan a nuestro lado 

como fantasmas. 

Porque nosotros vamos en ese tren de la vida,

con la frente apoyada en la ventanilla 

mientras vemos figuras borrosas, casas y árboles 

que van quedando atrás, 

igual que sendas y caminos 

que conducen a los mayores,

y a los niños,

a mil sitios diferentes.


El tiempo corre y se desliza 

y nosotros vemos como los días del calendario 

son arrancados por una mano invisible 

y se juntan, en el suelo, 

con las hojas de los árboles 

que arremolina el viento de septiembre. 


Es otoño 

y los sentimientos se agitan nuevamente. 

El alma se duerme 

y el corazón palpita. 

Pronuncia un nombre. 


Es un susurro involuntario,  

como un suspiro solamente. 

Y detrás, 

en la cabeza soñadora, 

una figura se muestra, 

primero borrosa y luego con gran fuerza. 


Hay una voz que cobra vida, 

una sonrisa altera la noche 

y una mano se acerca a mi mano...


Sé que estoy soñando y no quiero despertar. 


Quiero dormir eternamente con estos versos

y en este regazo que llega a mi lado.


Quiero embriagarme con la "nana" 

que sale de sus letras

y con las notas mágicas de un piano 

que acuna mi cuerpo 

mientras siento la mano "divina" que pulsa sus teclas

y va escribiendo, sin tinta, 

en mi alma 

lo que ansía y desea la suya.


Rafael Sánchez Ortega ©

19/01/22


(Parte adaptada de un escrito de fecha 21/09/14)

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