AQUELLA TARDE FRÍA

Aquella tarde fría,
en que acabó el invierno,
salistes a la calle,
quizás por un momento.
Salistes abrigada,
salistes en silencio,
un paso tras de otro,
mirando fija al cielo.
La sombras de la tarde
dejaban tu recuerdo,
en formas caprichosas,
trazadas en el suelo.
Mas tú no las veías,
llevabas tras un velo,
la carga vacilante
de días y de sueños.
La tarde terminaba
sin tinta en el tintero,
los labios suspirando
un nombre con un rezo.
El viento del nordeste
cortaba como el hielo,
rozaba tus mejillas,
besaba tus cabellos.
Más tú no lo sentías,
marchabas con el eco,
buscabas un destino
un rostro con un cuerpo.
Llegastes a la barra
con lágrimas y miedo,
temblabas simplemente
mirando el universo.
Las lágrimas saladas
dejaban mil reflejos,
herían tus pupilas
cual dardos sin veneno.
Más tú le suplicabas,
rezando un padrenuestro,
al Dios que en las alturas
guiara su velero.
Querías a tu amante,
el dulce marinero,
el hombre de tu vida
el niño de tus juegos.

...Aquella tarde fría
en que escuché un lamento,
llegó la primavera
y se marchó el inverno.

Rafael Sánchez Ortega ©
15/03/10

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