SE QUEDARON LAS PIEDRAS CALLADAS...



Se quedaron las piedras calladas
y nosotros seguimos hablando,
las palabras salían sin pausa
como ondas tranquilas de un lago.

Compartimos sin más el secreto
y temblaron un poco los labios,
tú dijiste "mi amor, ya es la hora",
te miré y abracé muy despacio.

Y te dije: "mi niña, te quiero",
en susurro paciente y velado,
como soplo ligero de brisa
que besaba tus ojos castaños.

¡Cuántas cosas guardaron las piedras
de momentos e instantes robados!,
si pudieran hablar un instante
contarían eternos relatos.

Hablarían de tardes de otoño,
de los viajes que ambos formamos
intentando cambiar este mundo
por la paz de un estanque dorado.

Hablarían de noches y estrellas
con la luna creciente asomando,
mientras tú con mirada impaciente
esperabas mi voz y mi abrazo.

...Pero no, se han callado las piedras,
y con ellas quedó aquel encanto,
aquel roce sutil y envolvente
de la noche y la niebla llegando.

Yo contemplo esas piedras gastadas
y cubiertas de mil arañazos,
la erosión no perdona, es la vida,
es la ley de este mundo de barro.

Es la grave campana que suena,
la que marca la hora del cambio,
la que dice que el tiempo se agota
y que debes marchar a apurarlo.

Regresar a buscar a tu estrella
con la antorcha temblando en la mano,
y sentir ese beso en la frente
del rocío que cubre ya el campo.

"...Se quedaron las piedras calladas
y nosotros también nos callamos,
las palabras entonces murieron,
al quedar nuestros labios sellados..."

Rafael Sánchez Ortega ©
16/03/11

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