ME VOY ATRÀS, A MIS RECUERDOS...


Me voy atrás, a mis recuerdos
y revuelvo ese armario irreverente.
No voy buscando nada,
miro y clasifico esos restos del pasado.
Allí está mi vida en esos días
ya lejanos,
en esa sucesión de primaveras
sin retorno,
en esa pleamar y su constante
que forma el calendario y la resaca.


Me veo ante el espejo de la vida,
me leo en los cuadernos desgastados,
percibo aquellos versos primerizos
y miro aquella letra tan nerviosa.
Allí naciste tú, bella ilusión,
amor sin nombre,
esencia de la vida sin fronteras.
Allí me secuestraste todo el alma
robándome el cariño y la ternura.


Y no me resistí, no fue posible,
tenías esa fuerza arrolladora,
que llega, que arrebata y apasiona,
que empuja hacia adelante día a día,
que avanza con su fuerza no visible,
que envuelve y que subyuga,
que acaricia, enamora y te atrapa,
te empuja y te lleva
hasta encontrarte cara a cara
con ese otro amor,
Amor con mayúsculas,
amor con nombre y con figura,
amor de sobresaltos y suspiros,
amor de mariposas venecianas,
amor que se apasiona en primavera
y que sestea en el verano,
amor de los poetas y los niños,
amor por unos labios temblorosos
y amor por esa voz, que de los mismos
va surgiendo, lentamente,
mientras recitas un poema.


Hoy sigo revolviendo en mis recuerdos
y veo tu figura de gitana cantando y sonriendo.
Te veo a través de la ventana
contándome mil cosas.
Tus ojos absorventes,
tu escote pronunciado,
tus manos como imanes,
tus dedos que acarician
los pliegues de mi alma.


Y de pronto me hablas de un poeta y,
recitas unos versos de García Montero:


"...Tiéndete junto a mí. Despierta en la memoria
esa inquietud que guardan los que acaban de amarse..."


y yo ensimismado, te abrazo como un niño,
me tiendo junto a ti, me duermo en tu memoria
y no quiero despertarme.
Te digo que te quiero, te digo que te amo,
y tú, con tus ojitos de avellana,
asientes con un gesto, me pides que me duerma,
que siga en mi silencio
y que te ame sin palabras...


Por eso duele tanto volver a los recuerdos,
por eso yo no quiero el viento del nordeste
en mi ventana,
por eso simplemente yo rezo al invisible
Amor de los amores y, le pìdo para ti,
unos rayos de ternura,
una manta de estrellas que te cubra
y ese beso, tan sincero de sus ojos,
con cariño y con la paz que te deseo,
y el amor, sólo el amor que necesitas,
porque tus ojos tienen frío, bella niña,
y se te empañan,
y no quiero la lluvia en los cristales
de tu alma.


Rafael Sánchez Ortega ©
14/05/11

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