UN DÍA AMANECÍ...


Un día amanecí con la sonrisa
ausente de mis labios y mi cara,
y entonces pregunté: "a dónde has ido
eterna compañera de mi alma".

No obtuve la respuesta a mi pregunta,
tampoco supe bien, donde lograrla,
así que me marché por esos mundos
un poco entristecido por su causa.

Buscaba la sonrisa, en todas partes,
por calles, por senderos y cañadas,
incluso pregunté a los peregrinos
si habían compartido aquella gracia.

Sus rostros cenicientos respondían,
cansados, sudorosos, sin palabras,
y entonces les dejaba, en el silencio,
siguiendo otros caminos para hallarla.

De pronto apareciste, en mi destino,
preciosa Cenicienta reencarnada,
llevabas la sonrisa entre tus labios,
la misma que mi pecho preguntaba.

No supe qué decirte, en ese instante,
y entonces te seguí, mientras andabas,
veía tus caderas sugerentes
tus piernas cimbreantes, descaradas.

Miraba tu melena estremecida,
bailando por tu cuello y por tu espalda,
la brisa, del nordeste, y su misterio
besaban tus mejillas y tu cara.

Y entonces te detuve, sin pensarlo,
quería tu sonrisa y tu mirada,
trataba de robarte, con mis labios,
el beso y la pasión que me embargaba.

"...Un día amanecí, con la sonrisa,
perdida entre sopores y legañas,
y tú me devolviste su hermosura
dejando en mis oídos una nana..."

Rafael Sánchez Ortega ©
30/03/16

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