PALABRAS ATRAPADAS...



Sin darme cuenta mis pasos se encaminaron hacia el viejo desván de la casa de Luis. Él me había hablado muchas veces de su tío Ignacio, de la afición que éste tenía a la lectura y que también había dedicado ratos y momentos a la escritura, pero que nadie sabía de ella y si se trataba de trabajos de historia, ensayos de pensamiento, relatos de la vida diaria o colaboraciones en revistas y periódicos.

Ignoro cómo pudo suceder, pero desde que oí hablar a Luis de su tío la figura de este cobró una dimensión en mi pensamiento, hasta entonces desconocida. Quise saber de él y le pregunté a mis padres, y también a los suyos, pero nada nuevo aportaron con sus respuestas. Parecía como si una nube de silencio cubriera a este personaje.

Una tarde que estaba con Luis, en su casa, subimos al desván para llevar unas cajas llenas de prendas inservibles que esperarían allí, hasta encontrar su destino. Cuando nos salíamos me fijé en una mesa escritorio y un armario de madera en un rincón del desván. Luis, al darse cuenta me dijo que aquellos muebles habían pertenecido a su tío y que los habían subido de su habitación cuando sufrió el accidente que le costó la vida.

Me hubiera gustado seguir y abrir aquellas puertas y cajones tan misteriosos y que tanto llamaban mi atención, pero teníamos que bajar ya que nos esperaban para merendar. Sin embargo, en mi fuero interno, me dije que tenía que volver, que debía mirar y buscar entre esos muebles intentando encontrar la huella de ese personaje casi desconocido de su tío.

Días más tarde volví a merendar, con Luis, a su casa. Solíamos intercambiarnos la ayuda en los deberes y compartíamos momentos como esos. En un descanso le dije que, si podía subir al desván, ya que algo había llamado mi atención el otro día y que me gustaría mirar aquel rincón misterioso donde se encontraban la mesa y el armario de su tío. Él me dijo que subiera que luego me acompañaría pero que seguramente me iba a llevar una desilusión y que lo más probable es que me llenaría de hollín.

Subí y me acerqué, en silencio, a ese rincón tan especial. La mesa escritorio tenía varias carpetas y también el armario. Abrí algunas y vi libretas y folios escritos con una letra firme y segura. Había escritos con cuentos, relatos, narraciones, incluso algunos poemas. Pero me llamó la atención otra carpeta diferente y más nueva, quizás por su color y el aspecto de sus gomas. Al abrirla me latía el corazón de una manera intensa, como si estuviera a punto de conocer algún secreto impensable. Dentro había una libreta escrita en su totalidad con un título en su primera página: “Palabras atrapadas”. Sus primeros versos decían así: 

“Cuando el amor te atrapa/un rayo se detiene/un instante sin luz/que supera a la muerte”

Cerré los ojos y lancé un suspiro: “¡Palabras atrapadas…!”, ahora entendí que estaba ante los versos de un poeta.

Rafael Sánchez Ortega ©
03/01/19

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