4.675 - CON TU ABANICO...



Con tu abanico

calmamos los suspiros

del corazón.


Dejaba brisa,

ternura concentrada

y algo de miel.


Y así las sombras

y pliegues de tu boca

se evaporaban.


Miré tus ojos,

serenos, sin lentillas,

parpadeando.


Leí, en tus labios,

los versos que tu alma

iba formando.


Y susurré

un nombre en tus oídos.

Te estremeciste.


¿Con qué derecho,

pensaba en ese instante,

puedo quererte?


¿Qué te ofrecían

mis manos y mis dedos,

salvo pasión?


No te importaba,

decía tu silencio.

Te abanicabas.


Rafael Sánchez Ortega ©

21/04/21

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