CANTAN LAS PIEDRAS DEL RÍO

Cantan las piedras del río,
cantan las aguas que bajan,
van desgranando rumores
ante la atenta montaña.

Cuentan un cuento de agosto
entre el pastor y la anjana,
riscos y bosques lo escuchan
junto a los robles y hayas.

Era un pastor de la aldea,
iba llevando las vacas,
por ese bosque sombrío
que junto al río se alzaba.

Era un pastor sonriente
con su comida colgada,
de aquel zurrón que su madre
con diligencia llenara.

Era un zagal todavía,
era un pastor que soñaba;
mientras guiaba el ganado
algo rozaba su alma.

Era una mano divina,
era la brisa callada,
era ese beso invisible
de la cercana fontana.

Era una fuente tranquila,
donde moraba aquel Hada,
la de los ojos castaños,
la que impaciente esperaba.

Ella buscaba de día
esa figura añorada,
ese temblor de su pecho,
y ese volcán con su lava.

Y se pasaba las horas
busca que busca en la campa,
trota que trota senderos
sin encontrar nunca nada.

Así pasaban los meses
y una tras otra semana,
sólo llegaba hasta ella
ese cantar de las ramas.

Pero llegó aquel agosto
con el pastor a su casa,
con su zurrón y ganado
con su charlar sin palabras.

Dicen, pues nadie lo sabe,
que intercambiaron miradas,
que se buscaron sus labios
para besarse sin pausa.

Dicen también, nuestras piedras,
que se alteró la riada,
que enmudecieron los ríos
al presenciar esta estampa.

Dicen, que años más tarde,
unos niñitos jugaban,
en la ribera del río
junto a las aguas heladas.

Era un zagal sonriente,
era una niña con faldas,
eran dos gotas del cielo,
de aquel pastor y su hada.

No sé el final de la historia
porque las piedras se callan,
se van quedando dormidas
y todo queda ya en calma.

"...Cantan las piedras del río
ese cantar de esperanza,
ese rumor que me duerme,
esa canción sin palabras..."

Rafael Sánchez Ortega ©
13/08/10

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