ESTABA LA LUNA LLENA

Estaba la luna llena
sentadita en su ventana,
mirando abajo, la tierra,
que en la noche descansaba.

Un ciervo pasó de pronto
y una gacela asustada,
buscaban prestos el río
y la quietud de sus aguas.

El ciervo paró sus pasos
con la gacela a su espalda,
miró las aguas tranquilas
y berreó a la distancia.

Más la gacela nerviosa
con sus pezuñas hurgaba,
por la ribera del bosque
entre el tomillo y la jara.

Un Hada salió en la noche
a contemplar esta estampa,
y acarició a nuestro ciervo
con su varita encantada.

Luego buscó a la gacela
asustadiza y novata,
y la cegó con un rayo
mientras secaba sus lágrimas.

Se dirigió hacia la orilla
con su figura galana,
para decir aquel ciervo
unas sencillas palabras.

"¡Ay ciervo!, ¿qué es lo que buscas
en esta noche tan clara?,
¿No sientes que tras tus pasos
va una gacela callada?

No lances más tus berridos,
deja que vuelva la calma,
mira a la linda gacela
y deja ya la encelada."

Y sorprendida la luna
vio como el ciervo callaba,
como husmeaba el hozico
de la gacela sin casa.

Luego los vió pasearse
y hasta intuyó que se hablaban,
una gacela y un ciervo
entre la niebla y la calma.

Cuentan los viejos del pueblo
este romance y lo cantan,
este episodio tan simple
que sucedió una jornada.

Era una noche de otoño,
y era una luna muy blanca,
y éranse un ciervo y gacela
que por el bosque pasaban.

"...Estaba la luna llena,
retocando sus pestañas,
cuando miró hacia la tierra
y se quedó enamorada..."

Rafael Sánchez Ortega ©
18/08/10

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