5.152 - DESDE LA VENTANA.



 Amanece y, de pronto, me despierto.

Abro la ventana y veo el día gris.

Las nubes amenazan con la lluvia, 

y sin querer, el alma se me encoge. 


Entiendo que me abraza la tristeza, 

aquella que se escapa de los cielos 

y llega hasta mi lado.

Me miro en el espejo y veo las arrugas 

en mi frente.


El tiempo pasa y siento que el otoño ya ha llegado 

a pesar de que restan unos días para ello.

Atrás quedó un verano muy intenso 

y repleto de recuerdos y hospitales.


Quizás sonrío, a pesar del día gris

y la tristeza que me embarga.


Me gustaría volver a escribir, 

pero con aquella gracia 

y frescura de hace tiempo. 

Entonces tomaba el papel 

para depositar lo que viniera a mi cabeza, 

lo que el corazón le dictara, 

lo que la mano dejaba cual caricia en la cuartilla 

o lo que los dedos regalaban, con sus nervios, 

al teclado.


Hoy, es posible, que me falte ilusión, 

concentración y todo eso que es necesario 

para escribir bien y coherentemente.  

Aunque siempre me ha gustado la improvisación.


Vuelvo a mirar por la ventana y sonrío a la vida.

Lo hago ahora, cuando estoy triste, 

y lo hago pensando en la "negrita" que ayer, 

se marchó sin despedirse, sin decirme adiós, 

sin mirarme con sus ojos inocentes 

y buscar la caricia, en el lomo, acostumbrada.


Creo que voy a buscar un libro para leer 

y así volveré a bucear en los escritos de otros, 

en la historia, 

en las páginas perdidas de algún poeta 

y hasta en el pensamiento latente 

de algún alma que no quiso nunca morir.


Rafael Sánchez Ortega ©

01/09/19


(Guardado 15/07/22)

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