LA TRISTE SOLEDAD DE LOS ESPEJOS

La triste soledad de los espejos
esperan impacientes las imágenes,
los labios que musiten un susurro,
los ojos que se cierran y se abren.

La cara que despierta soñolienta
y mira más allá de los cristales,
quizás por la ventana de ese alma
que viene sus legañas a lavarse.

Hay mucha telaraña en la penumbra
oculta entre las sombras que ya parten,
por eso los espejos cobran vida
surtiendo con su risa a los mortales.

Los hombres contemplamos los espejos
y vemos esas copias que renacen,
los gestos y los guiños reprimidos,
las caras con cadencia virginales.

Un muro de silencio se evapora,
partiendo con la noche por el aire,
y quedan los cristales simplemente
atentos y queriendo que les hablen.

Y entonces se produce ese milagro,
hablamos al espejo como a nadie,
charlamos meneando la cabeza,
de cosas importantes y banales.

Hablamos del problema que tenemos,
contamos los proyectos de aquel viaje,
decimos esa tierna confidencia
que un día nos dijeron nuestras madres.

...La vida se compone de momentos,
espejos con cristales especiales,
de muros derribados y abatidos,
de voces que nos dicen lo que hacen.

Lo malo es cuando damos media vuelta
y entramos en la vida y las saudades,
entonces ya no valen los espejos,
ni gestos y caricias puntuales.

Estamos en un cuadro irrepetible
y somos los actores que comparten,
amores y dolores uno a uno
con lágrimas y risas en el baile.

El baile de la vida continúa
dejando a los espejos en las calles,
atrás quedaron sueños y promesas
y el hombre va buscando sus verdades.

Rafael Sánchez Ortega ©
15/07/10

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