TENÍA RAZÓN EL NIÑO

Tenía razón el niño
al decir que soy un viejo;
viejo roble que se inclina
con sus ramas hacia el suelo.

Vieja encina polvorienta,
en sus canas por el tiempo,
que se dobla y que no aguanta
por los años y su peso.

Viejo faro que palpitas
y que mandas tus reflejos,
en la noche misteriosa
a los barcos y veleros.

Vieja estrella de la noche
no te ocultes tras un velo,
muestra pronto tu figura
y ese rostro lindo y bello.

Viejo mástil que te alzas,
orgulloso y hacia el cielo,
haz que hable tu bandera
y que rompa los silencios.

Vieja estampa la del hombre
que contempla todo esto,
y que siente los latidos
que le suben por el pecho.

Vieja cima de montaña
que blanqueas en invierno,
cubre pronto tus arrugas
con la nieve y con los hielos.

Viejo río que recoges
y que mandas al océano,
esas aguas, gota a gota,
que destilan los neveros.

Viejo rostro que me miras
y que intuyes lo que veo
busca pronto mi mirada
y el mensaje de mis versos.

Vieja pluma que ahora escribes
estas letras al cuaderno,
lleva a ellas mi susurro,
dile al niño que no he muerto.

Soy un viejo simplemente
y eso es algo que no niego,
pero busco, como antaño,
en la vida sus secretos.

Vieja vida que he vidido,
deja al niño que yo llevo,
que palpite y se estremezca
y que vuele con sus sueños.

Rafael Sánchez Ortega ©
22/07/10

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