Y ENTONCES TE PERDÍ, QUERIDA MÍA...


IV

Y entonces te perdí, querida mía,
perdí tu corazón una mañana,
perdí todo tu ser en aquel día
y nada te importó, como si nada.

Entonces se tronchó tanta alegría
cerrando a cal y canto mi ventana,
dejé de recitar lo que sentía
maté a mi corazón en la desgana.

Pero algo se perdió con aquel fuego,
el beso, la caricia y la dulzura,
el verso del pasado en el talego
quedó traspapelado en su clausura.
Por eso escribo ahora, como un ruego,
y escribo para ti, con mi locura.

Rafael Sánchez Ortega ©
30/09/11

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