QUISE VOLVER, DEPRISA, TRAS TUS HUELLAS...


Quise volver, deprisa, tras tus huellas
pero la oscuridad me lo impedía;
no tenía la luz de una linterna,
ni tampoco una caja de cerillas.

Tenía que volver y rescatarte,
curar tantos dolores que tenías,
sellar con la mirada tu congoja,
mis manos aliviarte las heridas.

Pero era inevitable que volviera
buscando tus pisadas en la orilla,
sintiendo los latidos de tu alma
allí, donde las olas resucitan.

En medio de la playa y de la arena,
dejaste tus sandalias y camisa,
las huellas proseguían adelante,
marchando hacia la costa muy tranquila.

Sabía que tú estabas en peligro
tras ese acantilado y su restinga,
allí donde los barcos no fondean,
y buscan soñadores y suicidas.

Pero era menester que te encontrara,
tenía que llegar hasta la cita,
tenía que pedirte que me hablaras
y vieras lo que llevo en mi pupila.

El dulce escalofrío de mi sangre
corría por las venas y latía,
gritaba sin cesar sólo tu nombre,
diciendo que te amaba y te quería.

Quería que volvieras a mi lado
y nunca reprimieras la sonrisa,
quería que me amaras simplemente
y yo te adoraría de rodillas.

¡Tenía tantas cosas que decirte!,
¡tenía que abrazarte, vida mía!,
más tu te adelantabas con tus pasos
y estabas en el alto la colina.

Mis gritos con tu nombre y con el llanto
brotaron de mi pecho hacia la brisa,
quería que me oyeras y miraras,
quería que volvieras a mi vida...

...Más tú no me escuchaste, y yo lo supe,
y entonces se acabó la pesadilla,
quedaron con el eco las pasiones,
muriendo de dolor las margaritas.

Rafael Sánchez Ortega ©
11/04/11

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