TENGO MIEDO...


Tengo miedo a que una noche
ya no encuentre ese mensaje
que nos dejan las estrellas.
A que solo sienta el beso
que le mandan a los mares
mientras duermen en silencio.


Tengo miedo a que mis dedos, temblorosos,
no transmitan más palabras
y las lleven al cuaderno...


Cuando pienso en estas cosas me estremezco
y siento frío.
Veo al hombre y veo al niño solitario
que ha salido en una noche a buscar a las estrellas,
y le veo que camina hacia la nada,
dando vueltas y más vueltas,
observando a las gaviotas en un baile alborotado.
Él y ellas han perdido lo más grande
y más hermoso de la vida:
¡la ilusión y la esperanza!
La ilusión de recibir ese mensaje
que dejaban las estrellas cada noche
y que ahora no perciben como antaño,
la esperanza de una nueva primavera
donde crezcan amapolas y las olas
se disfracen y columpien en cancanes de los astros.


Tengo miedo a que me falte esa fibra tan sensible
que me lleve a los violines de la noche
y a ese arpa que he escuchado tantas veces,
al adagio apresurado, sometido y desbocado
que dejaban las estrellas.


Tengo miedo a que tus ojos no devuelvan mi mirada
y se extravíen entre nubes y entre sombras
porque llega la galerna que humedece los sentidos.


Tengo miedo que una noche no me encuentre
las palabras que nos dejan las estrellas
y que entonces,
estos dedos temblorosos de mi mano,
ya no cosan letra a letra ese hilo plateado,
de los versos del cuaderno,
porque todo ha terminado y no existe
más que el eco de la luna y las estrellas.


Rafael Sánchez Ortega ©
08/12/11

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