LABIOS...



Labios dulces, temblorosos, ¡mis labios!...

Que pidieron tantas noches la alegría,
que rezaron y lloraron, solitarios
y en silencio, compartieron la desdicha.

Labios tiernos, juveniles, ¡tus labios!...

Que soñaban las promesas de la vida,
que ofrecían como locos los suspiros
adornados con pasiones y mentiras.

Labios mustios y agrietados, ¡mis labios!...

Que sufrieron por callarse las sonrisas
que tuvieron la osadía de cerrarse
a cal y canto a pesar de tus pupilas.

Labios frescos, sin pecado, ¡tus labios!...

Que inocentes sedujeron fantasías,
que quisieron ser los dueños de mi alma
y acabaron con un beso en las mejillas.

Labios viejos y arrugados, ¡mis labios!...

Que quisieron seducirte con caricias,
que intentaron ser tu alfombra en la mañana
y entregarte entre sus flores poesías.

Labios blancos de doncella, ¡tus labios!...

Que llegaban a mis labios con su rima,
que absorbieron la atención y la mirada
consiguiendo ser un néctar sin espinas.

Labios muertos y apagados, ¡mis labios!...

Que gimieron con pesar en la partida,
que clamaron en la noche sin estrellas
y buscaron el amparo en las esquinas.

Labios vivos, relucientes, ¡tus labios!...
Que llegaron con tu voz enronquecida,
que dejaron esa huella indefinible
de las cosas que se aman día a día.

"...Labios míos, labios tuyos, ¡nuestros labios!
que besaron a otros labios a escondidas,
que juraron compartir sus ilusiones
y acabaron conjugando las desdichas..."

Rafael Sánchez Ortega ©
02/07/13

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