PARECE...



Parece que es el mar quien habla,
quien nos habla,
y me parece estar escuchando a las olas,
en su lenguaje lleno de pasión y de lujuria,
pero a la vez tan lleno de sensualidad
y de cariño,
porque sus caricias son como abrazos silentes
y esos roces, sin nombre, que las olas
dejan en la orilla de la playa
cuando nos ofrecen su salitre.

Quiero gritar sin miedo hasta el delirio, mar,
y emborracharme siempre con tu nombre
hasta sentir tus labios por mi cuerpo.

Pero es el mar, mi mar, el que susurra,
el que acaricia dulcemente con el beso
de la brisa,
el que nos deja ese salitre, tan ardiente,
entre los labios,
y el que nos hace recordar,
y hasta añorar, aquellos tiempos
de la infancia, ya pasados.

Quiero volver a ti, mi mar,
sin esos miedos ni temores,
ausente de grilletes y cadenas,
para nadar y navegar, eternamente,
por tus aguas.

Pero sé muy bien que, afuera, nos esperan
galernas y ciclones, que confluyen en tormentas,
tormentas y peleas de la vida contra el cielo,
del cielo contra el mar,
del mar contra la costa,
y del hombre, con su alma desgarrada,
suplicando que se acabe este tormento
y que pueda navegar hasta, alcanzar,
las ensenadas, de ese nuevo paraíso,
que le ofrece el horizonte en lontananza.

Quiero soñar contigo, mar,
y emborracharme de tu sal y tus leyendas,
quiero vibrar, de nuevo, como antaño,
ante el rumor preciso y cantarino de tus aguas
llegando hasta la playa,
quiero sentir la mano, que invisible,
me recorra con sus dedos por mi cuerpo
y me haga estremecer, sin darme cuenta,
en este sueño.

Pero es el mar el que me habla y quien murmura,
el compañero fiel e inseparable de mis días y mis noches,
y me dice que "adelante",
que empuñe nuevamente bien los remos
y bogue sin descanso,
que apure los dolores del esfuerzo
y vea que el destino está cercano,
que escuche a las gaviotas cantarinas
y sienta su presencia tan cercana,
pues buscan, el descanso
y la comida del buen puerto,
igual que los marinos ese atraque,
donde dejen su trainera.
Porque este mar, que tanto añoro y que deseo,
es verdeazul y traicionero,
y cambia de color por otro más celeste
si el viento es de nordeste,
en cambio el corazón bombea, sin cesar,
la sangre oscurecida del volcán y la pasión
que inunda nuestro cuerpo.

Quiero vivir contigo, mar, mi mar,
y hasta dormir el sueño irrepetible,
y sin final, que tanto añoro y que deseo,
donde las almas se confunden y se juntan,
y hasta pierden su cordura,
bajo el manto protector de las estrellas,
porque paran los relojes, de los astros, su carrera,
y detienen su tic-tac
y los suspiros de la luna ya me llegan
y me alcanzan con sus besos.

Rafael Sánchez Ortega ©
27/03/15

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