ERA UN CAFÉ, COMO TANTOS...


Era un café, como tantos,
con su barra y con sus mesas,
y aquel ambiente bohemio
de la cultura y las letras.

En él hallaban cobijo,
en las tardes sempiternas,
los singulares amigos
que se creían poetas.

También llegaban ansiosos
los autores de novelas
intercambiando miradas
y sonrisas indiscretas.

Y allí trazaban sus planes,
desarrollaban ideas
y hasta esbozaban preludios
entre cafés y meriendas.

Pero una tarde de otoño
se rasgaron las tinieblas
y el café, tan animado,
sintió llegar la tormenta.

Los poetas, sorprendidos,
aplaudieron la respuesta
que avisaba de los cielos
con un tanto de inocencia.

Los autores, más curtidos,
también fruncieron sus cejas
aunque por dentro rezaban
y pidiendo que se fuera.

Unos miraban el fondo,
donde el verso y el poema
era evidente y estaba
en los sueños y en las venas.

Otros sentían el miedo,
el temporal y galerna,
y hasta el llanto en los hogares
cual realidad y miseria.

Así nacieron guiones
que desbordaron carpetas,
y poemas muy hermosos
con un deje de tristeza.

Ahora los vemos con gozo,
admiramos tanta esencia,
y hasta citamos los nombres
de las figuras aquellas.

Café, ¡café soñoliento!,
¿cuándo murió tu presencia?,
porque te añoran lectores
y hasta el que escribe se apena.

"...Era un café, como tantos,
(cuyo nombre no interesa),
pero hay labios que suspiran
y lamentan, hoy, tu ausencia..."

Rafael Sánchez Ortega ©
22/10/16

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