BUSQUÉ DE NIÑO LA VERDAD...


Busqué de niño la verdad
bajo el manto celeste de los cielos,
y la busqué también en la cima de los montes,
allí donde la nieve los hacía inaccesibles.
Pero también seguí la pista, a la verdad,
por los mares y las playas,
por desiertos y lejanos continentes
y hasta subí en un globo,
para ver mejor desde el cielo,
si estaba cerca de mi patria
y bajé a las profundidades de la tierra
y los océanos
y subí también hasta la luna,
sin poder verla ni tocarla.


Un día la verdad, aquella que buscaba,
la que hizo que creciera tras sus huellas
y suspiros,
se me apareció en forma de un cuaderno polvoriento.
Eran unos versos y un poema inacabado,
era un grito a la vida y a la muerte
de una voz desesperada
que luchaba por tratar de expresar sus sentimientos
con la pluma.
Era un alma que lloraba y, con sus lágrimas,
escribía aquellas líneas desgarradas
que llegaban a mis manos.


Y leí y leí.
Me emborraché de la verdad que se me había mostrado,
hasta entonces, tan esquiva
y comprendí, de pronto, aquel poeta malherido,
el que dejó el poema inacabado
entre el llanto de sus ojos.
Porque él había buscado el amor y la libertad
y eso, en esta vida,
era algo incompatible.


Rafael Sánchez Ortega ©
28/02/12

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