¡QUÉ...!


¡Qué sensación tan sublime
la de mirar a tus labios
y recrearme con ellos
en fantasías y engaños...!

¡Qué marejada sin nombre
la de tus ojos tan claros,
porque me ofrecen sonrisas
y un colofón de regalos...!

¡Qué maravilla de celos
los que levantan tus pasos,
con ese andar cadencioso
en corazones cansados...!

¡Qué inveterada paciencia
la del reloj en su armario,
dando el tic-tac del segundo
para el oído profano...!

¡Qué de suspiros al viento
lanzan los pechos amados,
para envolverse en la bruma
como si fuera un abrazo...!

¡Qué de bendita alegría
brota del alma y el campo,
para vencer la tristeza
en primavera y verano...!

¡Qué de campanas repican
con sus badajos sonando,
cuando la misa se acerca
y la novena y rosario..."

¡Qué de latidos se escapan
con el fragor de un adagio,
para gritar esa frase
en un sublime arrebato...!

¡Qué de silencios sin nombre
y de salones cerrados,
donde pululan las sombras
en misteriosos arcanos...!

¡Qué de palabras sin letras
y de susurros velados,
para pintar en el tiempo
ese momento en un cuadro...!

¡Qué sentimientos sinceros
llevo en el pecho encerrados,
con siete llaves perdidas
en lodazales y barro...!

¡Qué de "te quieros" ocultos
guardan mis labios temblando,
para evitar la respuesta
del corazón que yo amo...!

"...Pero al final no hay preguntas,
ni admiraciones, ni engaños,
sólo la enorme resaca
de un soñador y un borracho..."

Rafael Sánchez Ortega ©
27/10/13

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