EL HÉROE DE PAPEL

Era un héroe de papel, una pirueta,
un dechado de nulas perfecciones,
era el loco más loco de la tierra,
que buscaba sus sueños en los libros.

Más los libros no saben de batallas,
detallan pormenores de la vida,
relatan los sucesos que los hombres
trazaron por los siglos y la historia.

Sin embargo los libros contienen una esencia,
un perfume sutil, una fragancia,
es el canto perenne de los hombres,
es el grito que sacan de sus almas.

Y entre ellas se encuentran muchos versos,
esas hebras que nacen letra a letra,
esos gritos quizás desesperados
y los sueños ansiados y queridos.

Porque el sueño es la base del poema,
cada hombre lo lleva en sus entrañas,
es la base y la esencia de su vida,
es la antorcha que marca su destino.

Porque el hombre camina sin descanso
a pesar del trabajo y las batallas,
y camina tras sueños y promesas
intentando encontrar una sonrisa.

Muchas veces la lleva en su vestido,
en su cuerpo robusto y en su alma,
la sonrisa y la rosa de la vida
como flor de unos labios agrietados.

Y aquel héroe salido de una mente,
el creado una noche del verano,
se convierte en un hombre con el tiempo
para ir a la noche de las sombras.

Todo hombre rebusca en las cloacas
las esencias más puras de la vida,
y allí encuentra las piezas más diversas,
pero no la preciada y añorada.

Hay que ir más allá, ¡mucho más lejos!,
traspasar las barreras y las puertas,
conseguir las respuestas de la nada
y acabar recogiendo los cristales.

El espejo que ha roto la tormenta,
ahora es el reflejo de la vida,
ya no es una, la imagen, pues son varias,
y reflejan su estampa simplemente.

Una imagen de risas y promesas
en el sueño tan dulce de los ángeles,
y también con los surcos de la cara
por el llanto nacido en la mirada.

Hay vacío en el héroe rebelde,
él no quiere salir de su letargo,
ni volver de los sueños a la vida,
ni saber de la luna y las estrellas.

Es posible que el verbo de sus versos,
la matriz y la musa de sus males,
sea sólo la dulce poesía,
esos versos llegados a su frente.

El poeta es aquel que nunca escribe,
el que siente la vida en cada día,
el que busca el latido de la tierra,
el que espera el susurro de los mares.

Rafael Sánchez Ortega ©
11/12/10

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