ANOCHE ME SENTÍ MAL...


Anoche me sentí mal al notar
que no andabas bien anímicamente
y no me valió de nada el que lo maquillaras
con esos retales, tan tuyos,
cubiertos de ironía.
Pero es que anoche ni siquiera te salieron,
y lo único que me llegaron fueron pequeños
pétalos marchitos de tus labios.

Me hubiera gustado tenerte cerca,
estar a tu lado en ese instante
para tomarte las manos y mirarte a los ojos,
para acercarte en un abrazo y,
"sin palabras" intentar sacar esa sonrisa congelada
que tienes celosamente guardada
y que no es capaz de romper los moldes
y barreras de un "sinsentido"
a lo que aboca una "sinrazón",
desde hace tiempo.

Quizás porque te conozco un poco
te digo esto, y no para reprocharte nada,
sino para que enjuagues de una vez esas lágrimas
y no las guardes,
para que digas lo que tengas que decir,
para que grites donde debas hacerlo,
para que te enfrentes a tus miedos
y venzas en esa dura y cruel batalla
que vienes librando desde hace años
contra ti misma y todo lo que te rodea.

Anoche pensé en lo absurdo de la vida
y en que tú, una vez,
fuiste el motivo y el corazón
que me hizo despertar y revivir,
para darme cuenta de que la vida,
"mi propia vida", sí tenía sentido
a pesar de mi ceguera,
a pesar del sufrimiento
y de no ver más allá de mis narices.

Es posible que no consiga nunca el mundo ideal
ni el paraíso Orwelliano
y soy consciente de que ese mundo utópico,
en el que creo, no lo tocaré nunca con mis dedos,
pero tú hiciste posible el milagro
de que la sonrisa volviera a mi alma
y que tuviera fe en la vida, en ti y en mí.

Sabes perfectamente donde estoy, quien soy
y lo que pienso y siento,
como también sabes, y sabemos, nuestras limitaciones
humanas y espirituales.
Por eso precisamente te escribo así,
para darte un abrazo especial y exclusivo,
para insistir en que debes luchar
y no desanimarte,
incluso para decirte que no hagas ni puñetero caso
a estas letras de alguien que te escribe
y te quiere,
mientras se enjuaga una lágrima.

Rafael Sánchez Ortega ©
11/04/14

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