¿DE QUÉ VALE LLAMAR A TANTAS PUERTAS...


¿De qué vale llamar a tantas puertas
si las mismas responden con silencios
y si el canto del cuco no se escucha,
en la noche, dejando sus arpegios?

¿De qué sirve la música latente
que anuncia las cadenas y el infierno,
si ya sabes y tienes la condena
que te aplican, acaso, como premio?

Es muy triste llamar sin ser oído
y más triste saber que sí te oyeron;
que taparon los polos auditivos
confundiendo tus gritos con el viento.

Pero puedes sentirte renovado
tras llamar y llorar con tanto ruego,
confiabas sin duda en los amigos,
y en sus brazos, palabras y sus besos.

Se quedaron los mares sin las olas
y también sin arena los desiertos,
y hasta el ave que vuela por las cumbres
se quedó planeando por el suelo.

Hay escenas que son irrepetibles
y lugares que esconden mil secretos,
pero tú, corazón enamorado,
sabes bien lo que gritan los deseos.

Y por eso te vuelves a la infancia
a ese hermoso rincón del pensamiento,
donde todo era blanco y reluciente
y el abrazo surgía tan sincero.

Y hasta allí te deslizas con tus lágrimas,
esas perlas de lluvia que son versos,
y transformas sus gotas en mil letras
y en poemas que ahogan sentimientos.

"...¿De qué vale llamar a tantas puertas
si no hay nadie que atienda tus anhelos?
(te decías con voz entrecortada
entre llantos, susurros y te quieros)..."

Rafael Sánchez Ortega ©
14/04/14

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