EL FUEGO...



El fuego amenazaba las montañas
y me obligó a bajar hasta mi aldea,
las casas solitarias, sus portillas,
pinturas surrealistas de un asceta.

A salvo, en el portón de la morada,
veía en las laderas las hogueras,
el fuego que avanzaba lentamente
cambiando los paisajes por tragedias.

Hay manos asesinas e incendiarias
que esconden su valor entre las piernas,
quizás porque no saben el trabajo
que cuesta conservar naturalezas.

Admiro, como tú, los robledales,
las hayas singulares y bien puestas,
encinas que nos llevan al pasado
surgiendo, con valor, en las praderas.

Mas llega la cerilla tentadora
en manos del cobarde que la ostenta,
y prende los zarzales de los montes
huyendo, por si acaso, de la quema.

Yo sé que las versiones son distintas
y habrá quien, en algunas, les defienda,
culpando a los políticos de turno
y en otras, sin razón, a las tormentas.

Lo cierto es que el incendio está aquí, al lado,
que llega hasta las casas, y a sus puertas
se miran los vecinos presurosos
tratando de salvar sus pertenencias.

El cuadro, tan dantesco, se propaga
y acaba con recortes en la prensa,
mañana sonarán, en muchas voces,
los gritos y los actos de protesta.

"...El fuego, corazón, quien lo propaga,
no sabe de caricias ni poemas,
si acaso de pasiones irascibles,
en mentes, de perfil, calenturientas..."

Rafael Sánchez Ortega ©
23/12/15

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