UN DÍA...


Un día había un niño que soñaba.
Creía en el amor y en ser poeta.
Hablaba en el silencio a la Palabra
y de ella pretendía una respuesta.

El tiempo restañaba sus legañas,
vagaba entre marinos y traineras,
a veces se asomaba a las ventanas
de campos solitarios y cigüeñas.

Pero es la evocación de aquella estampa,
la luz de las pupilas tan inquietas,
la eterna sinfonía de las almas
de un mundo juvenil con primaveras.

Por eso ese pasado con nostalgia,
remueve el corazón y las conciencias,
agita la quietud de las entrañas
y surgen en las playas las sirenas.

* * *

Un día despertó de su letargo,
el niño, prisionero y sin fronteras,
quería remover aquel pasado
volviendo a sus estudios en la escuela.

Trataba de encontrar aquella mano,
el rizo juvenil, que lo embelesa,
la voz inconfundible de otro labio
dejado por el mar en un poema.

Estaba como un niño, enamorado,
soñando con la tierna Dulcinea,
quería ser Quijote en su caballo
y andar por esa Mancha de leyenda.

Los sueños son eternos, sin fracasos,
y cunden en el alma del asceta,
en cambio son marjales y pantanos
si un niño los confunde con estrellas.

* * *

"...Un día había un niño en una plaza,
jugaba, sin cesar, a la rayuela,
sus versos tan sutiles y encantados
querían ir al cielo, con la hiedra..."

Rafael Sánchez Ortega ©
25/11/15

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