MIRO AL PÉNDULO...


Miro al péndulo del reloj que, en el pasillo,
va avanzando lentamente y desgrana
los segundos.

Sigo atento, a su tic-tac, tan juguetón,
y cuya música susurra en el silencio
de la tarde.

Hace un dúo, sin dudar, con el sonido
de la brisa del nordeste que penetra
en la ventana.

Aquí estoy, en esta tarde, contemplando
la fachada de tu casa y la ventana, sugerente,
donde muestras tu figura.

Pero hoy no estás y yo lo sé, aunque te busco
tras esas piedras revocadas de nostalgia
porque añoro tu presencia.

Una tierna golondrina se detiene en el alero
y contemplo su hermosura mientras sueño.
Hay instantes que perviven, y no mueren,
y que siguen floreciendo en las entrañas.
Hay rescoldos de otros fuegos y fogones
con las llamas crepitando y ofreciendo
sus lamentos.

Es el fuego y el amor que se producen
en la hoguera de las almas convirtiendo
la pasión en un incendio inenarrable.

De momento estoy despierto y voy siguiendo
el recorrido de esa aguja, del reloj,
en su camino hacia la nada.

Hay palabras que no dicen y que guardan sus secretos,
hay sonidos revoltosos de rincones y de niños,
hay pequeñas mariposas en sonrisas encubiertas,
hay cometas infantiles en los hombres ya maduros,
hay aromas de personas y de lechos,
hay preciosas margaritas que reflejan las pupilas,
hay castillos en el aire con un halo de cristal
y transparencia
y hay suspiros del que dicta estas palabras,
del que toma entre sus manos el cuaderno,
del que escucha en esta tarde al reloj
con ese péndulo, insensible,
que no para y continúa su camino
a no sé dónde...

...Y al final es un pasillo en una casa.
Son recuerdos personales que uno tiene,
sensaciones de un pasado,
pesadillas que te acosan y te abrazan
mientras sientes a la vida, y su tic-tac,
en ese lento deslizarse por el tiempo,
descontando los segundos de ese viaje al infinito.

Rafael Sánchez Ortega ©
28/02/16

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