UN ROMANCE...


Un romance a don Quijote
esta noche yo he leído,
no he querido entrometerme
y seguí con mi cuartillo.

...La posada de Toboso
y su fiesta, San Isidro,
el hogar de Dulcinea
diseñado en un delirio.

He cerrado bien los ojos
para ver el desaliño,
de aquel cuadro que Cervantes
escribió para su alivio.

Es por eso que reniego
de posadas y molinos,
y de curas y barberos
que aparecen en el libro.

Más me fijo en Rocinante
y en su escuálido pollino,
un travieso Sancho Panza
juguetón y divertido.

Quintanar quedaba atrás,
en las letras, con sigilo,
y también quedó Tembleque
en las mismas escondido.

Rocinante no comulga,
va a su paso muy tranquilo,
él espera en Puerto Lápice
ese pienso prometido.

Pero arriba, en su aventura,
en la grupa y el estribo,
hay un algo que se altera
y que grita: ¡Voto a bríos!

Ya divisa, en su locura,
a la dueña de su sino,
la princesa, sin corona
de una Mancha con olivos.

Dulcinea se pasea
por la mente del venido,
que se excita ante su nombre
cual pavesa en un suspiro.

Y se extienden las andanzas
por trigales ya sin trigo,
y cañadas y llanuras
a la orilla de los ríos.

Ya las letras del romance
van glosando su destino,
situando a don Quijote
en la Mancha y sin castillo...

"...Un romance, en esta noche,
ha llegado sin aviso,
larga mano, de aquel manco,
que en Lepanto fue cautivo..."

Rafael Sánchez Ortega ©
19/03/16

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