ELLA.


Su sonrisa, de siempre, tan divina
reflejaba ternura seductora,
un compendio de música flotante
en un mar encrespado por las olas.

Unos ojos llevando agua marina
precisaban la entrega de la rosa,
que pedía con tono suplicante
la pupila en el libro de las horas.

El cabello caía hacia los lados
como un bucle surgido de las ondas,
semejando a las dunas del desierto
en un  pelo mezclado con aromas.

Unos labios se abrían sugerentes
exhalando un suspiro por la boca,
era un beso, quizás, el que pedían,
de unos labios, sin más, de otra persona.

Y los dedos buscando lo invisible,
(la mejilla tan bella y temblorosa),
se extendían tan sólo sobre ella
en un roce del mar sobre la costa.

Y los senos cubiertos parcialmente,
(¿qué decir de ese nido de palomas?),
se ofrecían también a los sedientos
como fuente muy fresca y silenciosa.

Era un cuerpo, perfecto, apetecible,
un licor a beberse gota a gota,
un manjar exquisito, como pocos,
en un sueño de musas sin coronas.

Pero era su voz inconfundible,
contrapunto y final de toda nota,
un adagio llegando a los oídos,
y un arpegio rompiendo toda norma.

Yo conservo su foto en mi recuerdo
y también a las luces y las sombras,
de su paso inocente por mi vida,
y el momento cruel de la derrota.

Porque tuve su cuerpo entre mis brazos
y a sus labios besé de muchas formas,
compartiendo el latido de su pecho
y quitando una lágrima traidora.

"...Su sonrisa recuerdo en este día
con la voz entrañable y cariñosa,
porque fue, mientras quiso, mi princesa,
y ahora es como un eco entre las sombras..."

Rafael Sánchez Ortega ©
18/04/13

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