HUBO UN RÍO PEREZOSO...



Hubo un río perezoso
que indolente se estiraba,
entre bosques y remansos
y también por las cascadas.

Era un río como todos
complaciente con sus aguas
cristalinas y vibrantes
en su marcha tan forzada.

De su paso por los bosques
recogía sin desgana
el aroma y el perfume
de los juncos y las ramas.

De las fuentes cantarinas
él bebía y se extasiaba,
aumentando sus caudales
y los pliegues de su alma.

Era un río perezoso
que nacía en la montaña,
discurriendo lentamente
por las vegas y quebradas.

Por meandros caprichosos
y lagunas altiplanas,
que los hombres construyeron
y vacías hoy se hallan.

Los salmones y las truchas
se pasean y descansan
en los pozos y entre el limo
de las aguas enfangadas.

Unas sombras se vislumbran
y destacan las escamas,
de figuras que se mueven
con sus alas encantadas.

Era un río como tantos
de presencia solitaria,
con repechos inocentes
y con otros de aguas bravas.

A su vera las leyendas
con el río se mezclaban,
y nacían los romances
y los cuentos de las hadas.

Pero el río obnubilado
proseguía con su marcha
y ese brillo indefinido
que en las aguas destacaba.

Una náyade curiosa
le miraba alborozada,
con un elfo en la ribera
que por ella retozaba.

"...Hubo un río simplemente,
un caudal con agua clara,
recogida en los neveros
y también en las fontanas..."

Rafael Sánchez Ortega ©
12/04/13

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