OÍ TU VOZ...


Oí tu voz clamando en la distancia
y el vacío con un suspiro grave e impaciente,
oí tu cuerpo susurrar mil melodías pecadoras
y suplicar un beso y un abrazo.

Creí entender, que el fuego y la pasión
te devoraban, y una fiebre incalculable
anulaba tus sentidos

Estabas impaciente en esa oferta y esa entrega
que ofrecías de tu cuerpo,
quizás por el efecto de un siroco incontrolado,
de un volcán efervescente desbordado con su lava
en tus entrañas,
por un fuego alimentado por deseos en sus llamas.

Estabas tan fogosa que hasta el hielo se fundía
en un instante y sus cristales,
eran gotas de sudor recalentado que bajaba
por tu cuerpo.

Yo estaba contemplando aquella escena
y pensaba en tu figura seductora;
pensaba en tanto tiempo reclamando tu mirada
y que ahora, por efecto de una fiebre
te ofrecías a cualquiera en un murmullo
inteligible.

Y soñé como los niños y dejé volar mi fantasía
y pensé que, si así fuera,
tomaría tu barbilla con mis dedos,
buscaría tus pupilas con mis ojos
y te diría sin palabras que adelante,
que te asieras a mi mano y caminaras a mi lado
por la playa hacia un puerto no lejano,
donde el fuego y la pasión que está en tu cuerpo
se fundiera con el hielo y la ansiedad
que va en el mío
y se hicieran comunión ambos deseos,
en un beso y un abrazo
sin principio ni final y para siempre.

Rafael Sánchez Ortega ©
04/11/13

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