SÉ QUE UN DÍA DORMIRÉ...



Sé que un día dormiré y me sumiré, sin más,
en un gran sueño.

Es por eso que ahora velo en mi vigilia
y hasta escribo de la luna y las estrellas.
Ellas fueron compañeras de este viaje,
las amigas silenciosas de la noche,
que dejaban su cariño entre mis letras,
acercándome a su luz y su silencio.
Hoy repaso brevemente mi pasado
y hasta escucho los reflejos que me envían.
Hay en ellos multitud de pentagramas
con sus notas apagadas y dormidas,
hay esquirlas con figuras indiscretas
que provienen de personas muy cercanas
que no están a nuestro lado porque hicieron
su camino.

Y es aquí donde me paro mientras pienso
y reflexiono en ese tiempo ya pasado.
Analizo los instantes y minutos,
aquel bar y aquella pista para el baile,
una mesa y unas copas esperando,
un cigarro que vacila entre los dedos,
unos ojos que me miran y que buscan
a los míos,
una mano que se mesa los cabellos
y unos labios que murmuran, en silencio,
unas palabras.

Hay trambién otros instantes que me vienen
a la mente y la retina,
como aquel, alrededor de una capilla.
Fue una tarde, como tantas, en que hicimos
el paseo hasta la barra.
Nos paramos en la puerta y rezamos una Salve.
Aún recuerdo aquel momento, como ahora,
ya que unimos nuestros dedos en el acto,
y después nuestras miradas se cruzaron
y allí mismo, ante la Virgen,
nuestros labios se besaron
en un acto de cariño muy sencillo.
¡Es difícil olvidar algo tan noble
y tan hermoso, y por eso lo recuerdo!

Eran días de una eterna y principiante primavera
y se oían y escuchaban las cigarras, en la noche,
en un coro indescriptible y sin orquesta.
Yo escuchaba los latidos de otro pecho enamorado
que temblaba de emoción ante los míos,
(principiantes revoltosos e incipientes juveniles,
mis latidos),
que pugnaban ver la vida y conquistar el universo.

Es por eso que ese tiempo lo recuerdo con nostalgia,
aunque sea ya pasado, porque es parte de la vida
y un retal, entre retales, con su luz parpadeante
y sus gotas de rocío.

...Hoy estamos en otoño y se acerca ya el invierno.
Es por eso que recojo los aperos de los campos
y la siembra que ha quedado ya muy lejos
y me vuelvo hacia la tierra, con mis manos;
la acaricio con mis dedos
y la esparzo suavemente entre los surcos
invisibles de otros campos y otros sueños.

Sé que un día dormiré y me sumiré, sin más,
en un gran sueño
pero, al fin, despertaré en otro mundo y otras tierras
sin saber quién soy y quién he sido
ya que el sueño del pasado está pasado
y allí empieza, y da comienzo, otro sueño:
El gran sueño, del presente y del futuro
tan ansiado.

Rafael Sánchez Ortega ©
05/07/16

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