CUANDO SIENTO LA CARICIA...


Cuando siento la caricia
de la brisa en la ventana,
hay un algo que estremece
la sonrisa de mi cara.

Es la eterna melodía
de una música sin pausa,
y es el viento del nordeste
al compás de la resaca.

Esta brisa caprichosa
llega fuerte y nos abraza,
nos susurra mil leyendas
de marinos y piratas.

Porque surge de los mares
y las olas encantadas,
recogiendo los aromas
del salitre y de las algas.

Es la brisa de mi tierra
y el nordeste que no falta,
con el cielo azul celeste
de ese añil que nos embriaga.

Y en el rostro de los hombres
besa y llega con su marca,
añadiéndoles arrugas
sinuosas y doradas.

Brisa y aire del nordeste
llega al niño y a las almas,
que navegan en los sueños
y entre mares y bonanza.

Es posible que la brisa
suelte y roce la campana,
de la torre de la iglesia
que amanece muy callada.

Es posible que en los campos
ya se quemen las pastadas,
si el nordeste sopla duro
y la brisa no se calma.

Es posible que estremezcan,
(sí, de frío, y no por ganas),
el abrazo de la brisa
y el nordeste de la barra.

Pero nada les detiene,
a la brisa limpia y clara
y al nordeste caprichoso
que se estira y nos alcanza.

Hay un algo de misterio,
una brizna que se escapa,
es, en fin, esa sonrisa,
que se ansía en la distancia.

"...Cuando siento la caricia
de la brisa en la ventana,
hay un algo que palpita
de esta tierra en mi garganta..."

Rafael Sánchez Ortega ©
04/05/13

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