DEBÍ REGAR LAS FLORES...


Debí regar las flores en su día
pero dejé que el sol me las secara,
el viento, el sur, la gota dulce y fría,
impidieron la risa y la algazara.

No pude consumar tanta alegría
y le pedí a los cielos su alquitara;
el odio y la pasión, del día a día,
recé y rogué a Dios que los callara.

La herida de mi pecho fue profunda
y solo respondí con la mirada.

Mirada silenciosa y vagabunda
buscando en la distancia una llamada.

Llamada confundida, en barahúnda,
en medio del estío y de la nada.

Rafael Sánchez Ortega ©
04/09/13

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