REMINISCENCIAS XII



XII

Era un largo pasillo con luces
parpadeantes que se perdía
en la distancia.
Brillos y sombras luchaban
entre sí,
por una supremacía efímera.
quizás como tratando de imponerse
en su alumbrar y oscurecer
al caminante.

Y allí estaba yo, perdido en los albores
de una juventud que poco a poco
marchaba hacia la nada.
Veía aquellas sombras con tristeza
y pensaba que en el brillo de la luz
podía estar la solución a mis problemas.

Más nada se interponía en los senderos
del destino,
y eso lo sabía.
Amaba la ilusión y la alegría de las
letras encontradas en los libros,
aquellas renovadas primaveras,
los ojos tan hermosos que surgían
en los versos y las rimas,
la dulce juventud que se escapaba
de las aulas,
el tierno planear de las alondras
en las tardes,
la calma y el silencio renovado
que llegaba en el ocaso
y acaso, ¡cómo no!, el flujo y el reflujo
de las olas, en la playa tan cercana.

Recuerdo esos instantes, tan lejanos,
que parece que ahora mismo los hubiera
separado de mi vida.
Me veo en las arenas de esa playa
sentado en una roca y escribiendo.
Diciendo con mi letra temblorosa
aquel "te amo" primerizo,
hablando con mi lengua vacilante,
y aún de trapo,
a las aguas y al salitre,
soñando y persiguiendo,
con mis ojos inocentes,
a sirenas y alcatraces...

Yo no sé cuánto duró aquel momento
ni sé cuándo pararon las agujas del reloj
diciendo y avisando que los sueños
se acabaron.

De pronto me encontré en aquel pasillo
interminable.
Y allí estaba yo,
con mi silencio y los recuerdos;
estaba y te tenía,
guardada, en el arcón que bien conoces.

Por eso ahora intento que renazcan
las migajas de ese tiempo que no olvido,
y lo hago ¡porque sí!,
porque te amé, quizás sin tú saberlo
y porque aún te amo, todavía,
"sin palabras".

Rafael Sánchez Ortega ©
Sierrallana, 05/05/14

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