REMINISCENCIAS XIII


XIII

Recuerdo muchas noches del pasado
que he vivido intensamente
en hospitales.
Las horas detenidas por las manos
invisibles,
los cuartos tan oscuros y en
penumbra,
los cuerpos estirados y yacentes
en las camas,
las toses muy frecuentes y continuas,
la entrada de enfermeras y auxiliares,
el sordo ronroneo del oxígeno,
los ayes y suspiros encubiertos
surgiendo de las sombras,
el rayo de ilusión y de esperanza
queriendo y deseando que el descanso
les llegara a los pacientes.

...Y allí estaba yo, con mi mochila
de paciencia,
aguantando los vaivenes que la vida
me ofrecía, en esa etapa,
suplicando una oración entre mis labios,
deseando que naciera un nuevo día
y se llevara para siempre los jirones
de la noche.

No sé bien cuántas escenas de este acto,
que ahora trato de explicar,
las he vivido
y cuántas otras se han formado,
en mi recuerdo,
sin ser ciertas.
Pero sé que allí he estado apurando
ese néctar agridulce de "paciencia",
como un Job desconcertado en el desierto,
y he estado como tantos familiares,
y con ellos, atendiendo a mis raíces
y a la sangre de mi sangre,
porque es algo que, en justicia,
merecían esos seres tan queridos,
aunque deje, para luego, y otro rato,
los detalles que sin duda concurrieron.

No pretendo repasar intensamente
esas horas y minutos,
ni tampoco rescatar esos segundos
y enmarcarlos en un cuadro con orgullo.
Fue así, como lo cuento, y seguro
que es igual que los recuerdos
de tantísimas personas que pasaron
situaciones similares.

Hoy recobro esas pequeñas telarañas,
estos copos blanquecinos de mi vida,
estas hebras plateadas que atestiguan
ese paso de los años,
con el blanco y con el negro de mis actos,
con la música sin nombre
y los acordes tan sublimes
que nacieron del silencio.

Y lo hago porque quiero reflejarlo
en mi cuaderno,
como hoja de una flor que aquí
he querido que durmiera eternamente.

Yo no soy tan diferente de los otros,
me decía,
y por eso debo amar y debo dar
a las personas que más quiero lo que tengo,
aunque sean simplemente las migajas
del cariño que poseo,
y aunque duela el corazón en ese dar
y en esa entrega, como nunca.

Rafael Sánchez Ortega ©
Sierrallana, 06/05/14

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