ABRE EL ALMA...



Abre el alma, me dijiste
y lo hice sin premura en la mañana.
De esa manera intenté que pasara 
la luz del cielo alumbrando los resquicios 
de mi alma y quedaran los sentimientos,
solitarios y temblorosos,
esperando la caricia prometida
que nunca llegaba y el suspiro de la brisa 
inexistente,
y ese aliento del salitre y del rocío
de los labios añorados.

Por eso abrí el alma a la luz y a ese cielo
que llegaba en la mañana,
mientras miraba al mar 
como buscando las respuestas que esperaba
a las preguntas que nacían en el pecho...

Pero el rumor de la resaca 
respondía simplemente a mis miradas.
Estaba solo con mis pasos 
que se reflejaban en las huellas de la arena 
de la playa.
Unas huellas que las olas ocultaban 
como el paso de los días y las horas,
y el suspiro inacabado de la vida que seguía
lentamente por mi lado.

No sé si abrir el alma es lo sensato
ya que nada llega hoy, hasta la misma,
ni a sus puertas ni ventanas,
ni tampoco se aceleran los latidos,
por la luz de la alborada,
de este anciano corazón que aún destila
tantos sueños.

Pero abriré el alma, como dices,
y estaré atento por si llegan las palabras,
las respuestas y caricias, con tus besos,
y ese sueño inalcanzable de aquel niño
de otro tiempo, 
que quería ser poeta,
y hasta el dulce ruiseñor quizás se alegre,
con la risa cantarina,
cuando suene la cancela de tus ojos
y se alegren sus pupilas 
al saber que son miradas y escuchadas 
las plegarias del eterno soñador, 
que tantas veces,
recitaba y se dormía contemplando 
a las estrellas.

Rafael Sánchez Ortega ©
28/10/17

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