SE MURIERON LAS ROSAS SIN NOMBRE...


Se murieron las rosas sin nombre
por tu mano tal vez olvidadas,
y murieron con ellas los versos
en un llanto sin voz ni palabras.

Yo te di la amistad verdadera,
la que nace y se vive en el alma,
y creí recibir de tus manos
esa misma amistad que buscaba.

Pero el tiempo maldito me dijo
que mentían tus manos de plata
y que solo jugabas un juego
con los versos y letras sagradas.

Yo serví de peón a tu lado
y jugué tu partida marcada,
porque ya conocía tu juego
y tus marchas fugaces y opacas.

Pero no me importó ser juguete,
marioneta, tal vez, hasta el alba,
y veía partir tu figura
y cubrían mis ojos la escarcha.

¡Cuánta lágrima fría y desnuda
rescataron las tiernas cigarras!
¡cuántos vientos besaron mi rostro
entre brumas y negras nostalgias!...

Más seguía tu juego, cual niño,
y escuchaba razones y causas,
de esa vida que tú me decías
y que ya mi razón rechazaba.

Sin embargo tenía un motivo,
y creía tener la esperanza,
de que un día sintieras la brisa
de amistad que por fin despertara.

Me mentiste de día y de noche
y creí tus mentiras tan largas,
porque yo precisaba el suspiro,
la amistad que me diera la calma.

Nada dije de viajes y citas,
ni tampoco de bailes y salas,
pero siempre sabía que oculta
un disfraz a tu rostro tapaba.

Me dolía saberte distante
y a la vez, con dolor, tan cercana,
en el juego que tú me ofrecías
con el rey sometido a la dama.

Pero no me importó, reconozco,
ser amigo y ser fiel a tus mañas,
a pesar de saberte con otros
y jugar con tus cartas mi alma.

"...Se murieron las rosas sin nombre
y cruzó el corazón una daga,
por aquella amistad tan bonita
que fue un hilo en tus manos, sin nada..."

Rafael Sánchez Ortega ©
08/08/13

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