EN UNA PLAZA DESIERTA...


En una plaza desierta
el sol llega muy despacio,
son los rayos incipientes
tras la noche que ha pasado.

Es la luz de la mañana
tras el gallo muy gallardo,
con el alba de colores
que en el cielo deja abrazos.

Son jirones y caricias
como besos y retazos,
de los labios temblorosos
de un pintor imaginario.

Ya se abren las ventanas
y saludan los geranios,
se descorren las cortinas
y los ojos miran alto.

Poco a poco, en nuestra plaza,
van y vienen muchos pasos,
ya la cruzan y descruzan
las playeras y zapatos.

Hay sonrisas infantiles
de los niños encantados,
caminando a los colegios
con los sueños en sus manos.

Hay miradas taciturnas
de los hombres descansados,
que ahora pasan muy tranquilos
y se van hacia el trabajo.

Pero el sol, tan incipiente,
poco a poco ha despertado,
y calienta bien la plaza,
los paseos y los bancos.

Ya es escuchan los gorriones,
revoltosos con su canto,
y también nacen las rimas
y los versos del piano.

Todo es luz y chirimías
en el día que ha empezado,
y se cierran las pestañas
de una noche sin redaños.

¡Adiós sombras tenebrosas!,
¡adiós sueños mal aciagos!,
¡adiós cantos de sirenas
tenebrosos y encantados!

Todo queda en el recuerdo
con galopes de caballos,
y también con pesadillas
de momentos y de halagos.

"...Por una plaza desierta
el sol llega y va descalzo,
yo le miro y me despierto
y me visto muy despacio..."

Rafael Sánchez Ortega ©
28/11/14

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