ME GUSTARÍA ENSEÑARTE ESTE MAR...


Me gustaría enseñarte este mar,
el que tengo tan cerca,
el que se desliza en la playa
con sus olas
que vienen a dormir a ella,
el que te hace cerrar los ojos
con el salitre
y empapa tu pelo llenándolo de magia.

Me gustaría que lo vieras y ver,
a mi vez, tus ojos centrados en las aguas,
en esos rizos ondulantes que llegan
y se vuelven con las resacas.
Quizás hasta restañaría una lágrima
de tus ojos alegres,
al contemplar tanta belleza.

Dicen que los sueños de los poetas
y los niños se confunden
y yo he perdido la cuenta de ellos,
pero el mar, ese mar, "mi mar",
con toda la tragedia que él encierra,
también tiene su belleza y hermosura
y precisamente esto es lo que nos invita a soñar,
a deslizarnos por sus aguas,
a remar en las viejas traineras,
a esperar en los muelles la llegada de los marinos,
a mirar aquellas figuras femeninas que aguardaban
y rezaban a sus seres más queridos,
a jugar con los niños que añoraban a sus padres
y a correr hacia los barcos
y a besar a aquellos hombres con su cara tan morena,
y quemada por el sol,
para alisarles sus arrugas y sacarles
la sonrisa de sus labios.

...Puedo hablar de las gaviotas,
de las playas, de los barcos,
de las redes, de los faros.

...Pero hablaré del mar con mi silencio
y con mis versos,
con el tic-tac de un corazón muy remendado,
dejando en los latidos ese aliento de las aguas,
el suspiro de las tardes cristalinas,
el susurro vacilante de esos vientos del nordeste
y aquel cuadro irrepetible, de la bruma,
que perdura en mi memoria.

Así es el mar, mi mar, la mar,
por eso yo te invito a que lo veas algún día,
forastero, y a que sientas todo esto,
porque estoy seguro de que tu pecho vibrará
con mil latidos diferentes y sentirá
mucho más de lo que cuento en estas letras.

Rafael Sánchez Ortega ©
12/02/16

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