UNA FLOR VI A LO LARGO DEL CAMINO...


Una flor vi a lo largo del camino,
repetida su imagen muchas veces,
era solo una simple margarita
temblorosa por culpa de la nieve.


Mas arriba lucían las montañas,
descaradas, con cimas muy agrestes,
y en sus faldas el blanco inmaculado
del glacial, con sus hielos desde siempre.


El Señor, desde antaño, de los Alpes,
el guardián de secretos en su vientre,
que de pronto desvela los misterios
que la vida guardó celosamente.


Hay un algo especial en las montañas
que subyuga, aprisiona y enardece,
y a las almas las llena y las transforma
en la estampa de paz que les transfiere.


No es extraño charlar con montañeros
y notar en sus cuerpos lo que sienten,
a través de paseos y sus gestas
que las narran haciendo estremecerte.


Es oír viejos cuentos, que a los niños,
les contaban sus padres cada viernes
como premio a trabajos de la escuela,
y a las notas sagradas de los jueves.


Más no quiero olvidar a las montañas
ni a la hermosa locura que contienen,
ni tampoco a la flor que temblorosa,
a mi vista animaba dulcemente.


Fue una flor, una humilde margarita,
quien dejó un susurro entre mis sienes,
un suspiro con lagos y barrancos
y montañas nevadas simplemente.


Rafael Sánchez Ortega ©
Zernez, 10/09/12

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