EN LAS TARDES SOMBRÍAS DE INVIERNO...


En las tardes sombrías de invierno,
cuando al sol le succiona la noche,
ya se corren las negras cortinas
de ese manto, tan denso y sin nombre.

Es el tiempo en que tiemblan los niños,
y hasta escuchan muy lejos galopes,
con el miedo nacido en las almas
por extrañas leyendas y voces.

Esas tardes que son tan sombrías
hasta el mar se alborota y esconde,
al compás de resacas sin freno
con el canto glacial de los monjes.

Y es aquí donde surgen los sueños,
los relatos y cuentos enormes,
que encandilan también a los niños
y les hablan de mares y bosques.

Porque el mar es la eterna leyenda
de marinos forjándose hombres,
que alimentan su piel del salitre
mientras reman, bogando, sin norte.

Y es el bosque la magia encarnada,
donde surgen los claros y flores,
que dan vida a los sueños del niño
con los besos de hayedos y robles.

Más los sueños, son sueños, tan solo
que se marchan, sonando las doce,
cuando tañe la grave campana
del reloj, de la iglesia, en la torre.

Yo quisiera ser sueño, por siempre,
y resaca del mar y su azote,
y del bosque quisiera ser ciervo
para ver y admirar sus colores.

"...En las tardes sombrías de invierno,
yo me duermo en los brazos precoces,
entre sueños que no son quimeras
y me dejan sus trinos y sones..."

Rafael Sánchez Ortega ©
23/12/12

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