ES DE NOCHE YA EN EL ALMA...


Es de noche ya en el alma
y es, por eso, que yo evito los cristales
esparcidos por el suelo.
No quisiera tropezar y hacerme daño
y que ellos empañaran los recuerdos de aquel sol
que me llegaba con tus besos.

Porque es cierto que la brisa,
que venía con las sombras,
me besaba y desnudaba lentamente
y con ella el aire fresco de tus labios,
producendo sensaciones muy diversas
y hasta extraños remolinos y sonidos
de una música sin pausa,
de una lluvia caprichosa de reflejos
y de estrellas,
y el embrujo irreberente
de tus ojos que me hablaban,
"sin palabras".

Reconozco que he pensado en la derrota,
en rendir y abandonarme entre las sombras,
en huir y en digerir las amapolas
confundidas de mis sueños y utopías.

Porque todo es poesía en esta vida,
y es Amor lo que creí que allí nacía
de mi alma.

Sin embargo no es momento de reproches
ni tampoco de suspiros
y si acaso de evitar esos cristales destrozados
que amenazan a mis pies en el camino,
esas lágrimas traidoras que pudieran
escaparse de unos ojos infantiles,
esas nubes temblorosas y cargadas de tormenta
que me ciegan las pupilas,
y esa fiebre diluída por la sangre
y por el alma con profunda taquicardia.

Yo sé bien que la distancia es el motivo
de esta escena,
de esta muerte prematura,
de este amago de locura
de este tierno balbuceo de dos niños
que jugaron a mayores sin saber, ni darse cuenta,
que el Amor estaba allí, entre sus manos,
y no fuera y por la calle,
entre cantos de sirenas y princesas,
y en las bellas mariposas que narraban los poemas
y llegaban a su encuentro
y en los lazos de cometas caprichosos
que volaban por la playa,
ni en la magia de la luna y las estrellas,
ni tampoco en la sonrisa y en la luz
que les dejaba el arco iris tras la lluvia.

...Es de noche ya en el alma
y ahora ciega la razón al corazón,
que vacila con sus miedos,
con la carga insoportable de las dudas,
con el brillo parpadeante de esos cientos
de cristales malheridos y deshechos
que se encuentran por el suelo,
esperando y muy sedientos a una sangre
que no llega
para así calmar la sed ardiente en sus entrañas.

Rafael Sánchez Ortega ©
04/08/14

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