LA VERDAD ES QUE ESTOY SOLO...


La verdad es que estoy solo, sin saberlo,
y en medio del silencio me estremezco
y entreabro la ventana.

Pienso en ti y en tus caricias.
En esas palabras que pronunciaban tus labios
y que apenas entendí porque eran balbuceos
de tu pecho.

Te acurrucabas buscando mi cuerpo y mis dedos
en ese abrazo interminable de la noche.
Y yo dejé que tus manos jugaran
y se estiraran a lo largo de mis brazos
y que recorrieran mi espalda
y que luego rozaran levemente mi cuello,
porque quería sentirte así y allí,
deseaba ese dibujo inmaculado de tus dedos
por mi piel,
como si fueran los pinceles de una artista,
que desnuda, despertaba mis sentidos.

Cerré los ojos y me dejé llevar por mis sueños.
Mezclé mi imaginación con la tuya
para fundir la pasión y el deseo
en el crisol del amor
y ví brotar la lava del volcán
que suspiraba sin descanso
y hasta escuché el susurro de los ríos
de tus venas
pronunciando una palabra con mi nombre.
Porque estabas a  mi lado y en mis brazos.
Te encontrabas soñolienta en un mar de fantasía
y hasta el tiempo se paraba
y no avanzaban los relojes en su marcha.

El sudor de nuestros cuerpos se mezclaba
y el aroma inconfundible de los mismos
producía sensaciones muy diversas.
Tú buscabas con tus manos a mis manos
y las mías recorrían las colinas de tu cuerpo,
los senderos invisibles que guiaban a mis dedos
a seguirlos,
a encontrar la flor sagrada
y el clavel que dulcemente palpitaba en esa noche.

Y así fue como sentimos ese rato inolvidable,
ese mundo de emociones que vivimos
y ese instante en que se unieron nuestros cuerpos
y las almas suspiraron de emoción y de alegría
al ser luz y poesía, al mismo tiempo,
con un lazo indisolube del amor que allí nacía y rebosaba,
entre los besos y caricias,
del incienso permanente que emanaba
de aquel lecho.

Rafael Sánchez Ortega ©
24/07/14

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