LA LLUVIA CAE.



La lluvia cae.
Resbala en los cristales y en las almas.
Se pierde por oscuros pasadizos de las calles.
Sortea alcantarillas y callejas
y llega hasta la mar con un remanso
de inocencia.

Las lágrimas, que brotan de los cielos,
son versos y retales de unos ojos invisibles,
fragmentos de un poema inacabado de los dioses
y notas de la pieza musical de un gran maestro.

Yo siento la caricia de la lluvia
y su mensaje.
La veo deslizarse por mi cuerpo.
Sus besos me estremecen los sentidos.
Hay algo de pasión indefinida en esas gotas,
que sin prisa, van pulsando los resortes de mi carne.

Hay salitre y humedad en el rocío que transmiten
esas lágrimas.
Un vendaval de sensaciones acompaña a la galerna
que se inicia, sin saberlo.

Y es entonces, cuando arrecia el temporal,
cuando clama la nostalgia y, la conciencia,
se abre paso entre las sombras y el recuerdo,
cuando sientes la dureza de esa lluvia,
convertida en chaparrón,
que bien te abraza y te golpea,
duramente, con sus gotas.

Pero buscas el paraguas que te ofrecen
unas manos inocentes y sensibles
y hasta puede, que al abrirlo, él te cubra
con su aroma diferente donde abunda la esperanza.

Das comienzo, sin saberlo, a un nuevo ciclo,
y la lluvia, pertinaz ya no te moja.
Cae al suelo y a tu lado
y tú la ves como se pierde por las calles.

Te estremeces un momento mientras piensas
en sus besos,
en los cientos de caricias recibidos,
en las gotas que cayeron por tu cuerpo,
en los versos y poemas desgranados e inconclusos
y en las notas de aquel dulce pentagrama
que trazaron unos labios.

Es enero, está lloviendo, y tú lo sabes.
Lo percibes y lo aceptas
y hasta buscas con tus dedos
las pestañas que ahora lloran,
y les robas ese beso que susurran,
esa rima sin palabras,
esa nota desprendida de los cielos
y el suspiro que se escapa de una boca
con tu nombre entre sus letras.

...Cae la lluvia, simplemente, en este día,
y la sientes resbalar, y discurrir,
por los cristales de tu alma.

Rafael Sánchez Ortega ©
25/01/16

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