DIBUJÉ TU PERFIL SOBRE EL CUADERNO...


Dibujé tu perfil sobre el cuaderno
y al mirarlo sentí un escalofrío,
estabas tan hermosa como siempre
con el rostro sereno y muy tranquilo.


Tu cara reflejaba gran tristeza
y los labios temblaban como lirios,
el pelo enmarañado por la brisa
tenía la ternura de un suspiro.


No pude continuar después de aquello
con el retrato de tu rostro lindo,
y tuve que volver a la nostalgia
de recuerdos pasados y vividos.


Quería proseguir con la tarea
con la inocencia y el candor de un niño,
pero mis dedos ya no respondían,
al tener la cabeza en otro sitio.


Y entonces me ayudaron las sirenas
escapadas de mares y de libros,
llegando con la música y las algas
y sus canciones con salitre y vino.


Y llegaron también los cormoranes
y las gaviotas con su vuelo fino,
en el baile de marea y resacas
que produce en verdad escalofríos.


Quizás me emborraché con tanto yodo
y hasta perdí conciencia y los sentidos,
más creo que bailé intensamente
hasta sentir el beso del rocío.


No sé lo que pasó tras esa noche
pues retorné al cuaderno del principio,
tu rostro continuaba con la imagen
y en el perfil faltaba tu latido.


El rítmo plañidero de tu pecho,
la sangre con su alegre desatino,
y el alma encarcelada con la vida
queriendo sólo amar, al ser querido.


"...Dibujé tu perfil sobre el cuaderno
y al mirarlo sentí que no era mío,
y no era mío el rostro reflejado
porque mi corazón yacía herido..."


Rafael Sánchez Ortega ©
19/08/12

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