NO QUISIERA ARRANCAR AL SILENCIO...


No quisiera arrancar al silencio
los suspiros que tiene guardados,
ni tampoco los copos de nieve
con los sueños y rimas de antaño.


Más quisiera robarle una rosa
de ese largo jardín ya cerrado,
una rosa tal vez marchitada
con sus pétalos blancos amargos.


Aún recuerdo la tarde tranquila,
cuando el sol caldeaba el verano,
y recuerdo la paz de la iglesia
y la luz sobre el féretro blanco.


Una niña marchaba a los cielos
en un viaje sin tren ni caballos,
y lo hacía dejando sonrisas
y recuerdos en propios y extraños.


Fue un momento muy triste, sin duda,
un instante sin más, de aquel acto,
pero todos quisimos ser niños
y parar el reloj suspirando.


Recordar que los hombres se miden
por el suave apretón de sus manos,
y también por la franca mirada
de los ojos que ofrecen su encanto.


Mil preguntas vinieron entonces
a enturbiar el paciente letargo,
y la paz que inundaba mi alma
se alteró sin poder remediarlo.


No tenía respuestas precisas
que pudieran calmar tanto llanto,
ni la tierna pupila sincera
que ofreciera su cálido labio.


Más pasaron los días de invierno
y volvieron las flores al prado,
y con ellas también las alondras
y el romero y la jara del brazo.


Nuevamente cantaron los cucos
en las noches floridas de mayo,
entre el son y rumor de mareas
y el celoso maullar de los gatos.


Yo no sé si los hombres son libres
tras amar y alcanzar el fracaso,
pero sé que los niños que sueñan
no serán porque sí, defraudados.


Unos sueños se visten de corto
y otros sueños se visten de largo,
pero el sueño que tienen los niños
es el dulce color del milagro...


"...No quisiera arrancar al silencio
los secretos que guardan sus brazos
ni tampoco la voz y la brisa
de su lengua florida de trapo...".


Rafel Sánchez Ortega ©
09/08/12

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