UNA VIEJA CARPETA...


Una vieja carpeta,
polvorienta y sin dueño,
vino a mí, aquella tarde,
y quizás sin saberlo.

Tras sus tapas usadas
contenía recuerdos,
con promesas y llantos
de unos pechos sedientos.

Yo miré sus papeles,
y por eso lo cuento,
y observé la ternura
que escapaban de ellos.

Eran cartas y notas,
que expresaban deseos,
de un mañana futuro
y un pasado perfecto.

Más la vieja carpeta
me cegó en un momento,
y olvidé donde estaban
recorriendo mis dedos.

Olvidé que la vida
es presente, sin miedo,
y se vive y se goza,
y se llora sin cuento.

Porque somos humanos
y guardamos secretos,
de dolores y risas
cuando estamos sedientos.

Y también nos dejamos
tantos lazos pequeños,
donde atamos la luna
a los pechos hambrientos.

Yo cerré la carpeta
tras leer tantos sueños,
y pensé que los míos
eran guiños traviesos.

Eran sueños de un alma
que volvían de lejos,
como cantos del cisne
de aquel lago desierto.

Viejas letras trazadas
con pasión en los versos,
y relatos de viajes
de otro viejo cuaderno.

Fantasías, sin duda,
y locuras de cuerdos,
de aquel niño, que antaño,
musitaba un "te quiero".

Yo cerré la carpeta
y quedé en el silencio,
de la estancia cerrada
y el desván incompleto.

Allí estaba una vida
de ilusión y proyectos,
primaveras pasadas
con otoños e inviernos.

Y gorriones y rimas
con sus vuelos inquietos
descansaban en nidos
y también en aleros.

Unas viejas pestañas
con placer sonrieron
y buscaron la mano
del calor y consuelo.

"...Y dejé la carpeta
y me vine a tu encuentro,
primavera del alma
que reclamas mis besos..."

Rafael Sánchez Ortega ©
09/03/15

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